A pesar de ser los hospitales un lugar poco apropiado para los bebés, salvo cuando lo visitan en su llegada a este mundo, podría decir que ya me conozco la cafetería del Hospital San Agustín de Avilés como la palma de mi mano. Y aunque a ninguno nos gustaba estar allí, pues siempre es mejor íncluso estar haciendo cola en la caja de cualquier supermercado masificado, la necesidad te hace estar donde sea. El pasado sábado día 8 de septiembre nos llamó mi abuelo desde Asturias, mi mamá veía tranquilamente la televisión aprovechando que yo dormía y mi papá andaba por el ordenador. Algo ocurría pues mi papá tal como empezó a hablar apagó la tele a mamá y no hacía más que andar por toda la casa sin rumbo fijo hablando con voz preocupada, acto seguido empezó a hablar de mi con alguien que parecia no conocerme. Tal como colgó el telefono informó a mamá que mi abuela estaba ingresada en el hospital con pérdida de memoria. Por lo visto se levantó esa mañana, se fue a la peluquería y al volver no recordaba que a mediodía tuviera una boda ni que yo hubiese nacido ni que mi mamá hubiera estado embarazada amén de muchas otras cosas. Tal como terminó la explicación mamá comenzó a preparar mi maleta mientras papá me sujetaba sentado en el sofá sin poder dar crédito a lo que había sucedido. Yo, no muy consciente de lo que sucedía exigía mi ración de comida, así que mi madre me dió de comer mientras hablaban de como planificarlo todo para ir a Asturias. ¿Será mejor ir hoy, mañana? Papá determinó esperar a saber más del estado de salud de la yaya Carmen antes de decidir, pero el plan de salir al día siguiente se veía cada vez más claro, principalmente porque necesitaban comprarme un colchon para la cuna de viaje y un termo para prepararme mis bibes en el camino. Supongo que los nervios del día se me acabaron contagiando pues me costó dormirme esa noche. Mamá estuvo organizando maletas, guardando la cuna, haciendo comida para el viaje y unas cuantas cosas más mientras papá descansaba un poco para calmar los nervios. Como siempre me despierto tempranito mis papis confiaron en mi para la tarea de despertarles para el viaje, papá había dormido muy poco y ya estaba despierto cuando comencé con mi llantina despertina. Así que no tardaron en darme el biberón, y en preparar el resto de cosas necesarias para el viaje.
A las 9:30 comenzabamos un largo viaje hacia tierras norteñas, ya ibamos algo más tranquilos pues la tarde del sábado papá hablo con la abuela y ya recordaba más cositas, de mi se acordaba, cosa que les alivió mucho. Sobre las 12:00 hicimos la primera parada, que aunque aproveché yo en su mayoría para dormir a última hora me entró el hambre y decidí que ya era hora del bibe. Un paseo con papi mientras mamá repostaba gasolina, vuelta a la carretera y nuevamente a dormir. No me desperté hasta llegar a Logroño, mientras mi mamá me cambiaba el pañal, así que ya que estaba despierta que menos que pedir nuevamente de comer. Después deje que lo hicieran ellos y tras un nuevo paseito y comprar algo para la yaya, vuelta al coche. La siguiente, y última parada la hicimos ya en Asturias apremiados por mi llanto, eran las 18:45 y el hambre se hacía presente. Mis padres sufrieron un poquitín hasta llegar al área de servicio. Al salir del coche se hizo notar el aire astur pues mi madre tras sufrir un repentino frío, decidió abrigarme. Así que nuevo cambio de pañal y cambio de ropita por una de manga larga que hiciera que mi abuela me viese guapa. Tras haber comido y ya estando cambiada, mi madre fue nuevamente a repostar mientras mi padre procuraba calmar mi tremenda llantina, la verdad es que el aire astur cuando te acostumbras gusta, pero así de sopetón, impresiona.
Pasadas las 20:30 llegamos al hospital, para ir rápidos mis padres me metieron en mi mochilita y corriendo para ver a la yaya. Con las prisas se dejaron hasta el regalo que le habíamos comprado, ya se lo daríamos en otro momento. Estabamos los tres en la entrada del hospital cuando los nervios por la espera surgieron en forma de llanto. Mis padres no conseguían calmarlo, este sólo menguó cuando sentí los brazos de mi abuela y sus calurosos abrazos. Ambas con lágrimas en los ojos y cada vez más contentas por estar nuevamente juntas hicieron que volviera a dormir. Ya desperté en casa de mis abuelos impaciente por tomar mi biberon. Tras la toma y la cena de mis padres, marchamos todos a dormir pues estabamos agotados del viaje.
Los días posteriores fui junto con mis papis al hospital puntualmente para que pudieramos ver a mi abuela. La mayoría del tiempo me la pasé con mami durmiendo en la cafetería mientras ella leía "Alicia através del espejo". Pude ver a mi abuela, aunque poco, porque al ser tan pequeña no me dejaban subir a planta, así que era ella quien tenía que escaparse de la habitación para poder verme. Conocí también a mucha familia de mi papi, todos me cogian y hablaban, me sentí muy importante. El miércoles era el último día que iba a poder ver a mi abuela, por suerte pudo estar conmigo casi toda la tarde en cafetería pues ya no tenía ninguna prueba pendiente ese día. Me quedé dormida en sus brazos, aunque de vez en cuando me despertaba para ver si conseguía que me adelantaran la hora de la cena. Cuando porfín me la dieron la yaya se tenía que ir pues a ella también se la iban a dar, así que me quedé con mami cenando a la espera de que bajara papá. Lo hizo nuevamente con mis abuelos y nos despedimos con un gran abrazo a la espera de volvernos a ver en un par de semanas.
